El verano es una época especialmente crítica con respecto a la incidencia de las enfermedades de transmisión alimentaria, patologías que se producen por la ingestión de alimentos contaminados con agentes biológicos o sus toxinas. De hecho, alrededor del 60% de los brotes se concentran en los meses de calor, cuando éste favorece el crecimiento de microorganismos.
Las enfermedades transmitidas por los alimentos constituyen un problema de salud pública mundial. Aunque estas infecciones pueden afectar a la mayoría de las personas, existen grupos de población más susceptibles. Especialmente en niños, ancianos y enfermos con mecanismos inmunitarios débiles, pueden presentarse estas infecciones con mayor gravedad como consecuencia de deshidratación o sepsis, e incluso pueden causar la muerte.
Desde la perspectiva de la salud pública, reviste especial atención la presentación de estas enfermedades en forma de brotes familiares o comunitarios provocados por la ingestión común de alimentos contaminados.